NO LO OÍ SONAR
Sólo se oía el grifo. Yo que me iba a saber que estaban
tocando al timbre. El agua de la ducha amortiguaba todos los sonidos, incluido
el del radiocasette que había puesto a todo volumen porque simplemente me
apetecía cantar en la ducha. Así que el del timbre de la puerta era totalmente
imposible oírlo en mi estado de abstracción absoluta por el calor y el vapor de
la ducha; que no hacían otra cosa sino congestionarme más la nariz, acumulando
CO2, que producía una extraña sensación de mareo, sueño y gustirrinín en mi
persona.
Tampoco lo oí cuando salí de la ducha y me secaba el cuerpo
con el albornoz. Entre la toalla enroscada en la cabeza, el agua en los oídos y
Green Day sonando por lo alto, tampoco oí el timbre. Tal vez si no hubiese
estado cantando yo a grito pelado con la música, lo hubiese oído, pero no se
dio tal caso. Yo sólo me centraba en secar bien la piel de entre los deditos de
los pies, mientras desafinaba en la mayor parte de las notas.
¿Y después? Tampoco lo oí. El secador hace demasiado ruido,
no me oigo ni pensar cuando me seco el pelo, así que para oír un ring ring que no sé ni que está
sucediendo de forma simultánea a esos pensamientos. El zumbido del secador
siempre absorbe, y siempre absorberá, el aire de alrededor de la oreja,
llevándose las ondas sonoras que debería entrar al oído y te devuelve en su
lugar una turbina monótona, que parece que lo que vaya a despegar sea tu
cabeza. Por eso, tampoco lo oí.
¿Mientras me vestía? Quizás no lo oí, entre la semisordera
transitoria por la ruidera del secador y el tratar de escuchar los pensamientos
que el trasto endemoniado hacia ininteligibles en mi propia cabeza, no le
presté atención a la puerta.
¿Y entonces, cuándo lo oí? Pues no lo sé. No lo tengo muy
claro, debió ser al ir a abrir la puerta del baño y que saliese todo el vapor
acumulado. Entonces lo debí oír. Y corrí hacia la puerta, a abrirle a esa
persona que tocaba al timbre. Pero cuando entorné la puerta, allí no había
nadie.
¿Qué me encontré?: Nada. ¿Me importó?: ¿Realmente?, no.
Y dónde tanto ha esperado esa persona, ¿por qué no esperó
unos instantes más?
Y, ¿quién llama tantas veces a un timbre? ¿Y cómo sé yo que
fueron tantas veces? ¿A caso las oí? No. Siendo así, ¿por qué pienso que fueron
tantas? Igual simplemente es que me hacía ilusión que alguien viniese visitarme
hoy, que estoy sola en el piso. Alguien que tuviese algo tan importante para
contarme, o tantas ganas de verme, que se hubiese venido de propio hasta mi
casa y hubiese estado tocando al timbre con tanto ahínco y paciencia mientras
yo me relajaba en el baño, con el agua caliente. Quizás sea mi propio
subconsciente aburrido el que me hace creer que ha sonado el timbre de una
forma desesperada porque no tengo ganas de estar sola… Sí… Quizás sea eso…
¿Y por qué no? Cogí una chaqueta, el bolso con cuatro cosas
y las llaves. Cerré la puerta tras de mí. Y aquí me tienes… Llamando al timbre
insistentemente sin que me abras…